La historia de la Tercera Edad de la Tierra Media está marcada por los avatares de los reinos en el exilio, Arnor y Gondor. Nuestra mayor fuente de información sobre su historia procede de los Anales de los Reyes y los Gobernantes, recogidos por J.R.R. Tolkien en el Apéndice A de El Señor de los Anillos. La redacción que ha llegado hasta nuestros días, conocida como el Libro del Thain, fue copiada en Gondor del original conservado en las Colinas de la Torre por Findegil, escriba del rey Eldarion, hijo de Elessar Telcontar, y allí recibió gran cantidad de anotaciones y correcciones. Estos añadidos corresponden sin duda a la visión que en el reino del sur se tenía de su propia historia. Desde estas páginas pretendo dar una visión distinta de la historia, tal y como podría haber sido escrita por un cronista arnoriano. Estoy seguro que las posturas defendidas por este cronista habrían sido muy discutidas y atacadas en Gondor, pero merece la pena intentar ver los hechos desde un nuevo punto de vista. Todas las inclusiones en cursiva dentro del cuerpo del texto pertenecen a la redacción moderna, al igual que las notas del traductor. El resto pertenece a nuestro anónimo cronista arnoriano.
Aunque en las crónicas del sur no figure así, podría decirse que Pelendur fue el primer Senescal Regente de Gondor, gobernando durante un año (1944-1945) tras la muerte de Ondoher antes de que el Consejo del Reino decidiese coronar a Eärnil. Fue durante ese año que Arvedui, hijo de Araphant y heredero de Arthedain reclamó la corona de Anárion en virtud de unas leyes más antiguas que los reinos en el exilio, y su petición fue rechazada. ¿Qué movió al Consejo del Reino de Gondor a rechazar a Arvedui y escoger a Eärnil como su rey?
La respuesta del Consejo, según la conocemos, se basó en las leyes hereditarias de Gondor, que transmitían la corona de padre a hijo, siendo el origen de la línea austral Meneldil, hijo de Anárion. Pero según nos dicen las crónicas, Isildur, hermano de Anárion, no renunció jamás a sus derechos de soberanía sobre los Dúnedain, y ostentaba, al ser el mayor de los hijos de Elendil el Fiel, y el único vivo tras la Guerra de la Última Alianza, todos los derechos de realeza de su padre sobre Gondor y Arnor. Al partir hacia el norte en el 2 T.E. cedió el gobierno de Gondor a Meneldil, igual que su padre había hecho anteriormente con él y su hermano Anárion, sin renunciar a la soberanía sobre los Dúnedain en ningún momento, por lo cual, en opinión de los nuestros eruditos, al morir de forma repentina sin dejar otra voluntad más que la transmisión de los fragmentos de Narsil a su hijo menor, Valandil, este ostentaba desde ese instante todos los derechos heredados de su padre, representados por el mencionado legado de la hoja de Elendil.
En el sur se aprovechó la falta de datos sobre el fin de Isildur para justificar históricamente su actitud, y en las crónicas se dijo que "había partido para hacerse cargo del Reino del Norte", entendiendo implícitamente que renunciaba a la soberanía sobre el pueblo de Gondor a favor de Meneldil. La opinión generalizada en el norte es que Isildur cedió a Meneldil los derechos de realeza sobre Gondor, manteniendo en su persona la soberanía sobre los Dúnedain. Por tanto Arvedui estaba en su legítimo derecho de reclamar, como Soberano de los Dúnedain, la corona de Anárion, faltando un heredero de este.
Posiblemente esta confusión fuese el mayor mal del desastre de los Campos Gladios, aparte de la pérdida del Anillo Soberano. Valandil aún era de corta edad cuando recibió el cetro de Annúminas, y no se atrevió en su momento a reclamar la soberanía, seguramente por respeto hacia su primo Meneldil, rey de Gondor a todos los efectos y de mucha más edad que el joven Valandil. Así es que la casa de Isildur no renunció nunca a la soberanía de los Dúnedain, sino que se limitó a no reclamarla, quedando el título en el olvido. Pero conservaban sus legítimos derechos sobre ella, y fue con esos derechos con los que Arvedui reclamó la corona de Gondor.
Incluso si olvidamos los argumentos anteriores, no nos cuesta mucho percibir que la línea sucesoria de Arvedui era mucho más directa que la de Eärnil, de acuerdo con las leyes ancestrales de Númenor. Arvedui estaba casado con Fíriel, hija de Ondoher, rey de Gondor, mientras que Eärnil era hijo de Siriondil, hijo de Calimmacil, hijo de Arciryas, hijo de Telumehtar Umbardacil, rey de Gondor. Todos los planteamientos parecen favorecer a Arvedui, con la excepción de que su parentesco era por medio de una línea femenina, en vez de la masculina que había dominado tradicionalmente en los reinos en el exilio (no así en Númenor).
Entonces, ¿qué llevó a Pelendur, como máxima voz en el Consejo de Gondor, a no reconocer la soberanía de Arvedui y elegir a Eärnil como rey, obviando los derechos, a nuestros ojos muy superiores, de Arvedui?
Desde el norte se pensó entonces que quizás se vió forzado por una oposición popular contra la figura de un posible rey extranjero, pero no creemos que fuera así, a la vista de la recepción que tuvo el señor Aragorn en Minas Tirith antes de su coronación, por tanto necesitamos encontrar nuevas razones, y para ello debemos centrar nuestro estudio en la pieza clave del entramado político de Gondor: el Consejo; y en especial Pelendur, Senescal del rey Ondoher.
Pelendur era un hombre orgulloso, aunque de noble corazón, según cuentan las crónicas del sur. Fue en sus días cuando la Senescalía pasó a ser un título hereditario, aunque desde los días de Hurin los senescales siempre se habían escogido de entre los hijos del anterior senescal.
Parece posible que Pelendur intentase instituir una nueva línea sucesoria, gobernando él y sus descendientes como monarcas de Gondor. Sin duda contó desde el principio con la oposición de algunos parientes del rey, ya que aún existían descendientes de la línea real, y de ellos el más cercano era el general Eärnil. Eärnil era un militar, un soldado que se había criado fuera de la corte, y era visto por muchos como una persona fácil de manipular y que podía dejar gran parte de su poder en manos del Consejo Real. Era la persona idónea para perpetuar sus intereses en la corte. La nobleza cortesana veía en él una oportunidad para medrar y asegurar su poder.
A esta nobleza le ayudó a encumbrar su candidato la petición de Arvedui. Al igual que Pelendur no veía con buenos ojos la llegada de un rey del norte, ajeno a las costumbres de Gondor y que podría reducir su poder, la nobleza tenía los mismos presentimientos, acrecentados por el hecho de que tendrían que compartir su influencia con los nobles del norte, quienes sin duda tendrían mayor peso en las decisiones del monarca. Así que Pelendur optó por rechazar la petición de Arvedui y ofrecer la corona a Eärnil. Al tiempo que contentaba a los nobles, tenía la esperanza de poder dirigir el reino desde la sombra, como válido del monarca. Una especie de Gran Duque de Gondor o Príncipe de Minas Tirith, en términos más modernos.
Así fue que la corona de Anárion pasó a Eärnil y luego a su hijo Eärnur. Sus reinados quizás no sean los más celebrados de la historia de Gondor, pero el Arbol Blanco seguía ondeando sobre las torres de Minas Tirith. En sus días el ejército de Gondor fue aumentado, siendo reforzado por mercenarios de caballería procedentes de entre los Éothéod que habían luchado en la Batalla del Campamento.
Eärnur fue el último rey de Gondor. Desapareció tras acudir, con sus mejores caballeros, a Minas Morgul en respuesta al desafío del Rey Brujo, pese a los consejos de Mardil, conocido como el Buen Senescal. Acatando las últimas órdenes de Eärnur, gobernó "hasta el retorno del rey", fórmula usada desde entonces por sus sucesores. Esta fórmula contentó a todos los partidos en Gondor, tanto a la nobleza fiel a la línea de Anárion, hijo de Elendil, que recordaban aún a Arvedui y su reclamación, y que sabían, por las palabras de los capitanes que habían luchado en los campos de Fornost, que sus hijos seguían con vida en el norte y que la línea de Elendil no se había extinguido; como a la poderosa nobleza cortesana que veía la Senescalía como la continuidad del actual estado de cosas, en que el Consejo había alcanzado gran poder en los asuntos de la corte. Además aceptando esta situación los nobles evitaban una nueva lucha interna similar a la Guerra de Parientes.
El mayor logro de la Senescalía de Mardil fue sin duda evitar la burocratización a la que parecía condenado el reino. Logró hacer de los senescales una nueva línea dinástica, pese a no formalizar de ningún modo el cambio dinástico. Así la Senescalía se impuso bajo el palio de una Monarquía sin Rey, y todos los Senescales tomaron el cetro blanco de Mardil "hasta el retorno del Rey". En Minas Tirith las insignias reales fueron substituidas por la plata de los Senescales, y por todo Gondor los estandartes reales fueron substituidos por los de los señores locales, acelerándose el ya avanzado proceso de feudalización del reino.
Así Mardil y sus sucesores lograron el objetivo que Pelendur se había propuesto tiempo atrás: ser los Señores de Gondor aunque fuera hasta el retorno del rey, algo muy improbable en esos momentos.
De la mayoría de Senescales Regentes no conocemos más que el nombre y las fechas de su gobierno. No podemos analizar más que los datos que conocemos de sus obras, en aquellos de los cuales tenemos suficientes datos. Querer trazar líneas de actuación entre ellos no nos llevaría más que a errores, y sólo podemos trazar a grandes rasgos la política de Gondor.
Observamos fácilmente que Gondor, creyéndose cada vez más, según pasaba el tiempo, el único baluarte del Oeste contra una Oscuridad que iba creciendo se encerró en si mismo, reduciendo sus contactos con el exterior. Unido esto a la caída de los territorios conocidos como Dor Rhunen y la migración de los Éothéod, el reino humano más numeroso tras Gondor, hacia el norte, Gondor se encontró sin aliados en muchas leguas a la redonda. Los más cercanos eran los elfos de Lothlórien, pero ellos ya habían optado tiempo atrás por ocultarse al mundo. Gondor se vió precipitado al ostracismo y el aislamiento.
Con el paso del tiempo algunos Senescales empezaron sin duda a ver su misión como un fracaso. La cláusula de su gobierno "hasta el retorno del Rey" pesaba cada vez más, y seguramente más de uno se preguntó al igual que Boromir, cuantos siglos hacían falta para convertir un Senescal en Rey si éste no regresaba. Pero las voces de los Príncipes de los feudos del sur, tradicionalistas por educación y sentimiento, siempre se les oponían, pues exigían el cumplimiento fiel de las palabras de Eärnur, su legado, como decían ellos: que los Senescales debían acceder a su posición jurando preservar y gobernar Gondor hasta el retorno del Rey, retorno que pocos esperaban ya.