No podía decirse que, para la hora que era, la Cafetería de la Universidad estuviera repleta. Más bien al contrario; tan sólo se podían ver algunas mesas ocupadas por alumnos, que tomaban cervezas mientras charlaban amigablemente o se reían a carcajadas, y otros que apuraban sus cafés inclinándose sobre montañas de folios escritos ligeramente.

Quizás por eso, cuando Desiderio Nortada entró en la cafetería y dirigió la mirada hacia la barra, se sorprendió de encontrar allí a una figura conocida.

-Doctor Eleder!! -exclamó, mientras se acercaba a él- ¡Qué sorpresa encontrarle a usted aquí, en la cafetería de estudiantes!

-¿Señor Nortada? Oh, no se sorprenda, por favor... La cafetería superior estaba algo pesada hoy, y también los profesores tenemos derecho a gozar por un tiempo de este ambiente tan relajado que tienen aquí, ¿no cree?

-Claro, claro... Oiga, déjeme invitarle a un té de Harad, por favor.
¿Sabe? ¡Escuché su aparición en Radio Gondor el otro día! Tuvo un viaje un poco ajetreado, ¿no es así?

-Emmm... -el Dr Eleder se rascó la cabeza, mientras en su rostro aparecía una mueca de disgusto- Sí, la verdad es que tuve algún pequeño contratiempo... y tuve que acabar hablando desde el aeropuerto. Pero bueno, aproveché y, como ya tenía el viaje pagado, pude visitar la metrópoli ese fin de semana; hacía tiempo que no pasaba por allí. Subí a la Minas Glaur, vi el estupendo AquaPark que han construído en Rauros, y luego pasé un tiempo en un barrio popular, el Rath Cinnen, un barrio de alfareros...Ehh, no, gracias... lo del té de Harad se lo dejo a usted, si no le importa.
Yo aún no he adoptado las exóticas costumbres de los jóvenes de hoy en día... soy aún muy clásico; tomaré una OrcoCola. ¿Y qué le pareció el programa?

-Estuvo muy bien, fue muy dinámico... -admitió Nortada, mientras se veía obligado a rebuscar en su bolsillo; la OrcoCola valía como el doble que el té, y la economía había valido más que su exotismo a la hora de ofrecérselo al Dr- Pero me quedé con unas cuantas dudas... ¿le importaría...?

-No, desde luego, dígame usted -respondió el Doctor, pensando si no iba a tener que pagar muy cara esa consumición...

-Bueno... primero, sobre lo de "adan" que usted comentó... Entiendo que no pueda usarse para alguien del Sur, pero no aclaró usted si valía para femenino, o sólo para hombre...

-Oh... ¿eso preguntaron? Con el ajetreo, y aquella azafata tan pesada, no pud... bien, bueno, "adan" es genérico, desde luego; en realidad quiere decir "perteneciente a los Segundos Nacidos". En cualquier caso, sí existe un femenino de esa palabra, aunque poco usado: "adaneth", con la misma terminación que podemos ver en "naneth", "madre". Repase la "Athrabeth Finrod an Andreth", y vea allí el uso de "adaneth", si quiere más detalles... ¿alguna otra cosa?

-Sí, bueno... lo que habló usted del Himno... Estuvimos en la Inauguración, y aunque tuvimos problemas para pasar, porque iba con nosotros un semiorco y los guardias le tuvieron bastante tiempo registrando por si llevaba alguna ballesta de bolsillo o así... bueno, que me quedé con la duda sobre la palabra "séya", del Himno. He estado mirando en todos los diccionarios y no encuentro en dónde viene...

-Oh, eso... -contestó complacido-. Es usted de tercer año, ¿no es así? Bien, "séya" es una voz especulativa, en realidad; los textos clásicos no dan ninguna forma para "parecer", como habrá comprobado. Pero si tomamos la voz "thio", "parecer", del sindarin, y vamos a su origen, comprobamos que su correlato en quenya sería, precisamente, "séya". Esto fue descubierto por un tal Fauscangren, un importante erudito de unas generaciones atrás...

-Bien... gracias, bueno, eso era todo. Mmm... bueno, aunque recuerdo que me dieron un recado para usted... me encontré a una chica de clase en la Biblioteca, y me dijo que estaba buscando el famoso "Aldudénie", el Lamento de los Dos Árboles, compuesto por Elemmíre de los Vanyar, y que no lo encontraba... Me dijo que pensaba que lo habría cogido algún profesor, de esos que cogen libros y no los sueltan durante Edades... ¿sabe usted sí...?

-¡Ja, ja, ja! -se rió el Doctor- ¡Diga a su compañera que, si consigue encontrarlo, recibirá de inmediato una beca, y el agradecimiento eterno de todo el profesorado! -volvió a reírse- No, ese libro es una de tantas muestras de la sabiduría élfica que nunca llegó a nosotros. Sólo tenemos referencias externas de él. Sabemos quién lo compuso, que seguramente fue escrito en dialecto Vanyarin (pues el quenya no permite las -d-s sueltas entre vocales), y muy poco más. Es posible que se perdiera en el tránsito entre la Cuarta y la Quinta Edad.

-Vaya... bien, se lo diré, desde luego... y -Nortada miró su reloj- ¡Oh, Eru mío! Tengo que irme... entro en clase dentro de tres minutos, y está al otro lado del campus!!

-Bueno, señor Nortada... pues dése prisa, y aproveche su clase. Ah... y antes de irse, acuérdese de mirar en el Tablón de Anuncios; ha salido ya la convocatoria de becas, y alguna cosa más, y quizás le interese; ¿de acuerdo?

El Doctor Eleder vio como su estudiante se alejaba presuroso por la puerta. Tomó otro sorbo de su OrcoCola, mientras cavilaba sobre el atolondramiento de los jóvenes de hoy... cuando el camarero se le acercó y, dándole un golpecito en el hombro, le inquirió: -Perdone, señor... ¿pagará usted las consumiciones?

-Ehhhh.... pero.... yo... -musitó el Doctor, mientras miraba alternativamente al camarero y a la puerta por la que había desaparecido el alumno, hasta que por fin, suspiró y echó mano de su bolsillo para sacar los numenores necesarios. "Si lo llego a saber me pido un té", pensó.

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