Aquella mañana, el campus de Mittalmar de la UAN se encontraba inusitadamente tranquilo. No es de extrañar, teniendo en cuenta que era domingo. Apenas unos cuantos Enanos, que tenían examen de Construcción Moderna de Baluartes Antiguos en la Escuela Técnica de Ingeniería Fantástica, merodeaban por allí, intercambiando pergaminos-chuleta y consultando los tratados de la biblioteca. También había algún que otro miembro de la Tuna Numénoréana, que, con la resaca de la noche anterior, habían ido directamente a la facultad pensando que era lunes. Eso sí: todavía armados de capa y bandurria.

Lo que desentonaba con la paz y el sosiego dominical, provocando que la Guardia Académica mirara con desconfianza hacia los jardines universitarios, era ni más ni menos que una dispar pareja de individuos que corrían desorientados cargados de papeles y diccionarios. Y digo dispar pareja porque no era habitual ver juntos a una Hobbit y un Elfo corriendo como perseguidos por los "diez" Nazgûl.

Despeinados, con las ropas llenas de tierra del camino, y asfixiados por la carrera, entraron a trompicones en el vestíbulo de la Facultad de Ciencia Ficción. El Orco bedel los miró sorprendido, preguntándose a dónde irían aquellos desgraciados que perturbaban su laboriosa e importantísima tarea de hurgarse los colmillos con un mondadientes.

-Hummm, ¿sí?

-¡Rápido!- jadeó el Elfo, -¿Dónde se está celebrando el acto inaugural?

-¿El acto inaugural? ¡Pero si de eso hace ya más de una semana! ¿Dónde viven ustedes? ¿En la Tierra Media?

-¿Lo ves?– increpó la Hobbit, histérica, al Elfo que acababa de derrumbarse, exhausto, sobre su propia montaña de papeles- ¡Te lo dije! ¡Tú y tu desesperante paciencia élfica! ¡Si te hubieras dado más prisa!

-La culpa es de Hláford Diego- se defendió el Elfo- Tenía que haber venido él, montado en su Meara. Habría llegado a tiempo.

-Ta, ta, ta, bla, bla, bla. Sabes que Hláford está atrapado en la Saga Realidad y no podía venir. ¡Si no nos hubiéramos entretenido en esa posada a beber 1420 como huargos sedientos, ...!- Y dando un salto se plantó sobre el mostrador, señalando amenazadoramente con un dedo al sorprendido Orco bedel.

–¡Eh tú, peludo! ¿Por casualidad no se cantaría el Fastitocalón en la ceremonia, verdad?

-Claro que se cantó. Es el himno oficial ¿qué se cree? Y quite los pies lanudos de mi mostrador.

La Hobbit bajó dando otro salto y, cogiendo al Elfo por las orejas ligeramente puntiagudas, empezó a arrastrarlo.

–¿En qué piso se encuentra el Departamento de Traducción Irreverente? preguntó al Orco bedel

-¿Traducción? ¡Se han colado! Eso es en la Facultad de Filología Fantástica.

-¿Y eso dónde cae?

-En el campus de Arandor, relativamente cerca, relativamente lejos.

-¡Balrogs! Vamos, Valnaur- ordenó la Hobbit saliendo con tanta prisa como con la que entró.

Unas horas después, y tres kilos más de tierra sobre los ropajes, la pareja despareja llegó arrastrándose hasta el edificio Maglor.

-Venimos a hablar con el Decano- dijo el Elfo ante la burócrata Dunlendina que se estaba pintando las uñas con rojo orodruin.

-El Dr. Corteza no está- respondió esta sin mirarlo siquiera.

-Bueno, ¿y a quién podemos ver para hablar sobre una traducción?

-A nadie, ¿no sabe que hoy es domingo?

-Sí, sí, ya lo sé. ¿Ni siquiera están el Dr. Eleder o el Prof. Uzzi Tuzzi? A menudo hacen horas extra...

-No, tampoco están.

-¿Qué hacemos, Elanor?- preguntó, angustiado, el Elfo a la Hobbit.

Ante la indecisión de su compañero, la Mediana agarró todos los papeles y los tiró al suelo.

–Borradores, facturas de mesones, garabatos dibujados durante los días en los que no había inspiración, envolturas de lembas devoradas en las largas horas de insomnio, un panfleto de propaganda de las Juventudes Fëanorianas... ¡ah! Por fin: la versión terminada- Y cogiendo un papel del montón, manchado con aceite de oliva del cercano Harad, lo puso de un golpe ante el sobresalto de la Dunlendina que se pintó todo el brazo con el rojo orodruin.

-¿Pero está usted loca? Mire lo que ha hecho: parezco una Mujer Salvaje de los Bosques, de esas que se pintan todo el cuerpo.

-Déle esto al Prof. Eleder o a cualquiera de sus colegas cuando los vea- ordenó Elanor, sin hacer caso de la desesperada burócrata- Le dice que la "Compañía Interracial" ha estado trabajando en esta traducción del Fastitocalón: una versión libre de métrica, pero con rima consonante, respetando la estructura original del Prof. Tolkien. Que ya sabemos que existe una versión "oficial" con música y adoptada como himno y todo eso, pero que consideramos que esta otra también puede ser de interés para el Departamento de Traducción Irreverente.

-Ese departamento no existe.

-¿Qué no existe? Pues que lo cree. Llevamos MESES trabajando con las traducciones y pensamos seguir haciéndolo. Y no sólo nosotros: mi vecino el Sr. Bungo y otros muchos han dedicado largas horas a la labor. Así que no me venga con excusas tan tontas como que el departamento de traducción no existe. Dígaselo de parte de Elanor Gamyi la Hobbit flautista, del Prof. Hláford de la asignatura de Numerología y de Valnaur, el Elfo "este"- Y cogiendo nuevamente al Elfo de las orejas salió de la Facultad murmurando cosas como "Si se entera Hláford Diego de que no existe el departamento de traducción...", "¿Dónde habrá conseguido 'esa' el rojo orodruin?", "Tengo un hambre de mil dragones: hoy sólo he desayunado tres veces",...

La Dunlendina cogió el papel y lo colgó en el tablón de anuncios –No creo que a nadie le interese, pero por si acaso...

FASTITOCALÓN

¡Mirad, ahí está Fastitocalón!
Un islote, bueno como malecón,
aunque esté tan desolado.
¡Vamos, dejemos el mar! ¡Y bailemos,
o corramos, o al tibio sol descansemos!
¡Ved, allí gaviotas se han posado!
Mas... ¡cuidado!
Ellas no se hunden en el mar.
Pueden posarse, pavonearse por el lugar:
pues tienen la misión de alertar,
por si alguien fuese tan osado
de atracar en esa tierra marchita,
aunque fuese tan sólo un momento,
a descansar de la humedad y el movimiento,
o a poner al fuego una marmita.

¡Ah! Inconscientes que sobre ÉL amarráis
y pequeñas hogueras aviváis,
¡y el té os pensáis preparar!
Puede que Su caparazón sea grueso,
y parece dormir; mas ÉL es avieso
Y ahora flota en el mar
maliciosamente;
y cuando ÉL oye un paso cansino,
o percibe el tenue calor repentino,
sonriente,
desciende al fondo,
y dándose la vuelta con rapidez
los vuelca, y se ahogan por estupidez,
perdiendo la vida en lo más hondo,
a causa de su inocencia.
¡Tened prudencia!

Muchos monstruos hay en el mar profundo,
mas ninguno es como ÉL, tan tremebundo,
Viejo Fastitocalón, por cuerno protegido,
de cuya especie los demás se han ido,
de los peces-tortuga el más viejo.
Si quieres, pues, salvar el pellejo,
escucha mi advertencia:
presta atención a las leyendas del mar,
¡siempre costas conocidas procura pisar!
O, con solaz,
tus días termina en la Tierra Media
¡sin tragedia
y en paz!

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