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Il
Padrino
Análisis
de las estructuras mafiosas en la Tierra Media
“El Señor
de los Anillos” ha sido considerado desde perspectivas muy diferentes,
pero han sido muy pocos los que han sido capaces de vislumbrar la verdadera
alegoría que se esconde detrás de sus páginas.
El
protagonista principal es, en realidad, Bilbo Bolsone (por cierto, ¿soy
el único al que esto le suena sospechosamente parecido a Vitto
Corleone?) que se había forrado gracias al contrabando de hierba
para pipa a lo largo y ancho de la TM, controlando todo el comercio de
esta sustancia al Oeste de las Montañas Nubladas, y también
en otras tierras; gracias al camino abierto en el Paso Alto, podía
enviar su mercancía a Thranduil en el Bosque Negro, a Erebor y
a Esgaroth.
Se ha hablado
mucho de “épico enfrentamiento entre el bien y el mal”, de “el
eterno conflicto naturaleza/tecnología”, etc... Pero nadie ha sido
capaz de descubrir lo que verdaderamente es: la historia de un conflicto,
sí, pero de un conflicto entre rivales mafiosos.
En
“El Hobbit”, se nos narra cómo Bilbo parte con los Enanos (claramente,
una panda de matones sicilianos que aparecen sólo identificados
por sus “alias”, porque a ver quién se cree que alguien puede tener
un nombre como “Bombur”) y Gandalf (su “brazo derecho” en el contrabando
de tabaco, y también un peligroso traficante de armas y pólvora)
hacia Erebor, a eliminar un dragón. Pero todos sabemos que los
dragones no existen. Es, en realidad, una alegoría para explicar
la expedición que realizan a la búsqueda de nuevos mercados.
Eliminando a un maleante local en el Paso Alto, que se hacía llamar
“El Gran Trasgo” (nombre que claramente es un apodo, pues todos los orcos
tienen nombres como Azog, Bolg y similares), consiguieron abrir este camino.
Posteriormente, problemas derivados del reparto de beneficios estuvieron
a punto de enfrentar a Bilbo con sus socios en la empresa (Thranduil,
que a pesar de encarcelar a sus camaradas sicilianos no adoptó
ninguna medida contra el hobbit, a pesar de que era plenamente consciente
de que estaba en su corte –con lo que come un hobbit, es imposible que
no se notara- dado que su intención era hablar directamente con
il signore Bolsone y eliminar a los sicilianos del reparto; y Bardo el
Arquero, pistolero a sueldo que solía ir tan fumado que le parecía
que los pájaros le hablaban), a lo que se unió una monumental
fumada colectiva en Esgaroth que trajo dos consecuencias: una, el incendio
de la ciudad; y dos, que todos sus habitantes alucinaran y vieran un dragón
(que, repetimos, todo el mundo sabe que no existen). La tensión
pudo haber conducido a una catástrofe, de no ser por Gandalf que
irrumpió en la zona, perseguido por Bolg y su ejército (que
estaban descontentos con el traficante porque les había vendido
cimitarras defectuosas), y convenció a todos para que se enfrentaran
unidos a los orcos. “Así, eliminamos a toda la competencia en la
zona, y podemos forrarnos todos”, dicen que dijo (aunque posteriormente
negó haberlo dicho, y consiguió eliminar toda referencia
a esta frase en las críticas que posteriormente se escribieron).
En
estas circunstancias, Bilbo se había convertido en Il Padrino y
estaba forrándose. Sin embargo, al cumplir los 111 años
descubrió algo que no iba bien. Sauron, un traficante rival del
sur de la Tierra Media, estaba creciendo en poder, y Denethor Ness, el
jefe de policía de la zona, no podía ya contener sus operaciones.
Más aún; Bilbo descubrió que había un complot
contra él, y que Sauron había enviado para asesinarle a
nueve asesinos afroamericanos (despectivamente denominados “Los Jinetes
Negros”). Así que Bilbo huyó a Rivendel, una fortaleza donde
uno de los capos de su organización, Elrond, le ofreció
protección, y dejó el cuidado del negocio en manos de su
sobrino Frodo.
Frodo,
sin embargo, no prestó la debida atención a las cosas, y
permitió que grandes partidas de tabaco abandonaran la Comarca
sin darse ni cuenta. Esto permitió a uno de sus (hasta entonces)
seguidores, Zarquino, conseguir montar su propia red de distribución
y empezar a hacer la puñeta tanto a Sauron como a Bilbo. Además,
cuando se dirigía a Rivendel para explicarle la situación
a Bilbo, cayó en una emboscada tendida por los asesinos enviados
por Sauron, y fue gravemente herido.
Ante
esto, Il Padrino ordenó medidas drásticas. Para empezar,
tramó un astuto plan para conseguir nombrar Jefe de Policía
del Norte y del Sur a un tal Aragorn, un don nadie al que había
encontrado Gandalf completamente borracho en una taberna, que sufría
crisis de personalidad derivadas del consumo excesivo de athelas y estaba
tan mal que se paseaba por ahí con una espada rota. No costó
mucho convencerle de que el puesto era suyo por derecho, inventándose
una complicada historia tan inverosímil que cuesta trabajo aceptar
que fuera creída por Aragorn (baste decir que esa historia se basaba
en la premisa del hundimiento de Númenor, y si Númenor se
hundió; ¿dónde se alza la Universidad Autónoma
de Númenor?). Para asegurarse del éxito de este complot,
incluso hicieron que Arwen, la hija de Elrond (toda una vampiresa, según
dicen) sedujera al pobre Aragorn.
Luego,
como castigo para Frodo, le obligaron a cargar con un potente explosivo
térmico, tan concentrado que parecía un simple anillo, e
irse hasta las tierras bajo el control de Sauron a destruir su principal
factoría, en las Grietas del Destino. Para acompañarle en
esta misión, Frodo escogió a su guardaespaldas personal
(Sam), a sus cómplices en el blanqueo de dinero en la Comarca (Merry
y Pippin) y a su brazo derecho (Gandalf). Además, Elrond hizo que
les acompañaran un enviado de Thranduil (Legolas) y otro de Dáin
(Gimli) para asegurarse de que Frodo no iba a desertar. Aragorn se unió
a la fiesta, pues quería ir a Gondor y tirar de su puesto a Denethor
Ness.
Pero
hubo un imprevisto. Un tal Boromir, hijo de Denethor, llegó a Rivendel
a solicitar ayuda contra Sauron. Para evitar que su complot fuera descubierto,
il signore Bolsone lo envió junto con los otros de vuelta a Gondor,
con un pretexto tan simple como: “Es que Sauron tiene nueve, así
que nosotros enviamos otros nueve”.
Durante
el viaje, Gandalf simuló su propia muerte para asegurarse de poder
actuar con más libertad, delegando el mando de la pandilla en Aragorn
(más que nada, porque sabía que éste era un incompetente
y eso le aseguraba que recuperaría el puesto en cuanto volviera).
Posteriormente, cuando ya se acercaban a Gondor (y después de haber
descansado en Lórien, donde reinaba Galadriel, que también
estaba unida a la famiglia de Elrond), Frodo les dijo a Pippin y Merry:
“Libraros de Boromir... Que parezca un accidente. Y luego, ingeniároslas
para que los pesados estos nos dejen en paz a Sam y a mi; un grupo tan
grande no puede entrar en Mordor”. Dicho y hecho; Pippin y Merry llevaron
a Boromir a una trampa, y luego se dejaron capturar. Aragorn, Legolas
y Gimli arrearon detrás de ellos, mientras Frodo y Sam, en plan
Commandos, se introducían en Mordor. Las maniobras políticas
de Gandalf, consiguiendo engañar a un anciano senil (Théoden)
para que se uniera a su causa, y llevando luego a otro anciano no menos
senil (Denethor Ness) a la locura, posibilitaron la destrucción
de Zarquino y que Aragorn reclamara su puesto como Jefe de Policía
de las Comisarías Unificadas del Norte y el Sur. Con semejante
ceporro en el puesto, las operaciones criminales de Bilbo podían
crecer exponencialmente. Sólo faltaba esperar a que Frodo cumpliera
las órdenes.
Aún
así, Aragorn estuvo a punto de cagarla, ordenando a todos sus hombres
que participaran en una redada sin precedentes contra Sauron, y cayendo
en una trampa tan obvia que hasta un ciego la habría esquivado.
Pero, afortunadamente, Frodo consiguió destruir la factoría
de las Grietas del Destino justo a tiempo, y esto desmoralizó a
los sicarios de Sauron de tal modo, que prefirieron rendirse.
Zarquino
aún intentó tomar el control de la Comarca, aprovechando
que Frodo y sus hombres estaban fuera, pero cuando estos volvieron le
zurraron la badana, y (para que pareciera otro accidente) pagaron a uno
de sus propios hombres para que le matara. Luego, se encargaron de que
el asesino muriera accidentalmente en un tiroteo con la policía,
y así dejaron todos los cabos atados y bien atados.
Finalmente,
con todo el dinero que habían sacado, Bilbo, Frodo, Elrond, Gandalf,
Galadriel y la mayoría de los miembros de su organización
criminal se retiraron del negocio, yéndose a vivir a una isla tropical
para pulirse el dinero en fiestas y carnavales, dejando a Sam al cuidado
del negocio. Sam fue un extraordinario capo, al extremo de conseguir ser
nombrado Alcalde y controlar al Jefe de Policía sin que éste
lo supiera. Cuando él se retiró, yéndose también
a la misma isla, lo dejó al cargo de Merry y Pippin, pero éstos
también se retiraron, dejándolo en manos de sus hijos.
Tras
la muerte del inútil de Aragorn, su hijo Eldarion accedió
a su puesto. Sin el tarugo de su padre para frenarle, ni su madre para
engañarle (Arwen también simuló su propia muerte
–lo cual se demuestra en que no hubo testigos de la misma- y se piró
a la misma isla que sus compañeros), Eldarion emprendió
una durísima cruzada contra el contrabando de tabaco en la TM,
cruzada que se vio facilitada por la división que hubo en la organización
criminal después de la muerte de los últimos capos dignos
de tal nombre (Merry y Pippin). Pero eso es otra historia y debe ser contada
en otra ocasión....
Aldaberto
Manzano (Al-Manzanôr)
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