Se ha especulado bastante en torno al origen de las leyendas sobre animales fantásticos. Podríamos proponer la hipótesis de que algunas, muy pocas, deriven de avistamientos de artefactos. Los testigos habrían de relatar tales sucesos en sus propias palabras. Es decir, con un vocabulario restringido a los límites de su propia lengua, que es la de su gente y su época, y a su experiencia previa.

Veamos un ejemplo actual. Buscamos un pueblo donde no haya aún televisión; tarea difícil, tal vez imposible. Una vez hallado, convencemos a uno de los rústicos para que venga con nosotros, y lo llevamos a un aeropuerto. Le dejamos que se lo mire todo el tiempo que haga falta. Y le devolvemos al lugar, para que explique la experiencia a sus paisanos. Probablemente no lo conseguiría. No tendría palabras para nombrar lo que ha visto, y si le enseñáramos las nuestras, no tendrían sentido para sus vecinos. Así que acabaría hablando de enormes pájaros del trueno que sueltan grandes nubes de humo por el, por la parte de atrás, y levantan el vuelo corriendo sin mover las alas por caminos de tierra negra que no van a ninguna parte, etcétera. Al cabo de los años llega un antropólogo y le explican que en la antigüedad había grandes pájaros del trueno y la gente se paseaba por los aires subiéndose en su lomo, y ya está, ha nacido una leyenda. Al parecer, esto es poco más o menos lo que ocurrió en Nueva Guinea cuando los naturales vieron aviones por primera vez. Llegaron a montar un culto organizado y todo.

Von Däniken le ha sacado mucho partido a esta línea de razonamiento, sólo que él supone un origen extraterrestre a los artefactos. Yo sigo sin ver qué tiene de particular este planeta perdido en la periferia de la galaxia para que vengan estos enjambres de naves a vernos. Tal vez seamos de una comicidad irresistible.

Volviendo a la Tierra, otro caso histórico de observación de artefactos se dio cuando los veleros europeos llegaron a América. Los "indios" creyeron que eran nubes que habían bajado del cielo, tripuladas por seres divinos. Tampoco interpretaron correctamente la relación entre el caballo y el jinete, que les parecían un solo ser de extraña constitución. Tal vez una experiencia similar esté en el origen de nuestro mito de los centauros. Podría ser el recuerdo deformado de los primeros jinetes, vistos por las víctimas de las primeras cargas de caballería.

Los helicópteros también podrían dar lugar a unas cuantas elaboraciones sumamente vistosas como animales fantásticos. Otra leyenda que también pudiera proceder del avistamiento de un artefacto es la del dragón chino que vuela y escupe fuego. Quizá fuera una gran cometa con un tripulante que dispara cohetes. Lógicamente, los poseedores de esta tecnología la habrían guardado en secreto. El valor militar de un dragón en el cielo es muy superior al de una simple cometa. Las guerras también se ganan con psicología.

La trieres Olympias vista de proa.

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Los artefactos náuticos también merecen una mención. Una galera, decorada con grandes ojos en la proa, y propulsada por muchos remos que se mueven a compás, bien pudo parecer un monstruo marino a gentes que sólo conocieran la navegación a muy pequeña escala. Los estudiosos aún debaten el origen del nombre del Bucintoro, en castellano Bucentauro, la nave de ceremonia en que el Dux de Venecia renovaba cada año los esponsales de la ciudad con el mar.

Los submarinos también tienen su lado zoológico. Es sorprendente ver cuántos de ellos llevan nombres de animales. Mayormente de cetáceos, pero también de pinnípedos o de peces. Y hasta de moluscos: quizá el más famoso sea el "Nautilus" de Veinte mil leguas de viaje submarino; más que los de verdad. Otra relación zoológica que le asigna Verne es que todo el mundo lo toma por un cachalote u otra bestia similar, y por eso va Ned Land en la expedición, para arponearlo y matarlo.

 
Maqueta del Nautilus de la película Veinte mil leguas de viaje submarino. Más información en...

Deliberadamente he dejado para el final el artefacto más animalesco que hemos inventado: la locomotora de vapor. Una máquina que respira, ruge, silba y mueve brazos y piernas, mientras expulsa nubes de vapor y humo. Incluso las que se fabricaron en serie poseían una idiosincrasia individual, y los maquinistas tenían que familiarizarse con las manías de cada una; como si fueran caballos. Y a nuestro rústico seguramente le habría interesado ver una locomotora saliendo a todo vapor de un túnel... igual, igual que un dragón saliendo a la carrera de su cueva.

Bueno, que yo sepa, los trenes no han dado todavía ninguna figura legendaria, pero su impacto sobre la fantasía humana ha sido enorme. Aparecen en cuadros, en novelas, en películas y, naturalmente, en obras musicales, que se inspiran en sus múltiples ritmos. Han conseguido infiltrarse hasta en los libros del mismísimo Profesor Tolkien.

Seguramente habrá otras leyendas en que se pueda especular sobre un origen de este tipo. Si conoce usted alguna, le ruego que me la cuente. Estoy en :

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Juan Manuel Grijalvo

 

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