Lecturas
sugeridas: El Mailbomb Tejonerés
Aquel parecia que iba a ser otro dia normal, un dia cualquiera mas
en la rutina habitual de Cavada Grande. Una extraña musica
de violines me habia acompañado, como siempre, desde casa;
nunca he podido averiguar de donde procede. Llegue a mi oficina con
la Revista Indiscreta de Bree debajo del brazo y dispuesto a pasar
un dia tranquilo. Afortunadame te no habia tenido ni un solo cliente
en tres semanas. El asunto aquel de la desaparicion del pequeño
Lumbo Miramontes habia colmado mis ganas de trabajar. Fuera, el tipico
sol de la Cuaderna del Oeste caia a plomo, por lo que baje las persianas
y me dispuse a enterarme de las chafarderias sucedidadas en la Comarca
en los ultimos dias, con mi tetera repleta de te bien frio al lado,
acompañado de la bandejita de pastelillos de frambuesa que
mi tia Panelia me habia preparado tan gentilmente. Realmente, las
mejores frambuesas son las de la Cuaderna del Este. Habia llegado
hasta la noticia donde se ponía en duda la honesta prosperidad
de las tiendas Manteconalds (27 nuevas tiendas en tan solo dos meses)
cuando una voz me sobresalto. - El señor Marlo, supongo. Aparte
la revista, baje las piernas de la mesa y alli estaba ella. Era la
hobbit mas despampanante que habia visto nunca. Su melena le llegaba,
ondulando, hasta la cintura, y un vestido rojo muy ajustado permitia
imaginar las turgentes formas que ocultaba. De nuevo una musica de
violines, esta vez muy sugerente, empezo a sonar de no se donde. -
Efectivamente - conteste poniendo la voz muy grave y haciendome el
duro, al tiempo que me limpiaba la boca de migas de pastelillo con
la bocamanga de la camisa -. ¿Como lo sabe? - Bueno, esta escrito
en la puerta, "Filiberto Marlo, averiguador privado", y
como usted estaba aqui dentro, pues pense que seria usted. "Aha",
pense, "asi que ademas de guapa es lista la chica." La invite
a sentarse y explicarme su caso. Se llamaba Margarita Barbecho, y
era de Tejonera, de la rama de los Barbecho emigrada desde Alforzaburgo.
Nada mas empezar a contarme su historia se puso a sollozar. Realmente
debia de ser algo terrible. Intente tranquilizarla y le ofreci un
pastelillo de frambuesa, pero me dijo que preferia algo de hierba
para pipa. Saque un poco de un cajon y se la ofreci. Me encantan las
hobbits que se hacen las interesantes. Lo que me conto era tremendo.
Durante las ultimas dos semanas, alguien se habia dedicado a mandarle,
cada dia, mas de doscientas cartas, todas iguales. Un dia decian "Hola",
al siguiente "que tal", y al tercero "nunca sabras
quien soy". Era realmente horripilante, para volverse loca. Pobre
criatura. Me dijo que no creia tener suficiente para cubrir mis honorarios,
pero me suplico que la ayudara. Le dije que no se preocupara por los
honorarios, que ella tenia suficiente de lo que fuese, y que ya buscariamos
manera de arreglarlo. Naturalmente, acepte el caso.
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A primera
hora del dia me dirigi a Tejonera. Aunque no me gusta madrugar, siempre
me ha gustado investigar sobre el terreno. El agujero de los Barbecho
estaba en las afueras, en la ladera de una colina a la que se accedia
por un ondulante camino. El camino me hizo pensar de nuevo en la señorita
Barbecho. En lo mal que lo estaba pasando ella, claro. Ya en el agujero,
me estuvo enseñando todas las misivas que habia recibido. Eran
mas de tres mil y las tenia amontonadas en una habitacion. Observe
que estaban todas todas abiertas. "Si", me dijo "las
leo todas por si alguna es diferente". "¿Las doscientas
cada dia?", le pregunte. "Claro", me contesto, "nunca
se sabe, aunque cuando llego a ciento noventa y cinco me desanimo
porque ya empiezo a sospechar que son todas iguales". "Vaya,
despues de todo va a resultar que no es tan espabilada como creia",
pense. Observe las cartas. Eran de papel de barba, creo, y los sobres
eran de los baratos. Mi perspicacia me llevo a fijarme en un detalle
que tenian en comun todos lo sobres: ademas de la direccion de la
señorita Barbecho, en todos ellos aparecía la palabra
"Anonimo". Me dije "aha, he aqui una pista", anote
este dato en mi cuaderno de apuntes tacticos y me despedi de mi cliente,
no sin antes haber concertado una cita para cenar esa misma noche.
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Mis
metodos deductivos me llevaron a pensar que esas cartas debian tener
un origen cognoscible en tanto que cartas, y que debian haber sido
enviadas por alguien en tanto que habian llegado a su destino. Es
decir, las cartas, a la fuerza, debian tener una causa primera. Asi
que me dirigi a la oficina de correos. Tuve la suerte de que el cartero
que cubria Tejonera, Aldo Pedregal, se encontraba en la central en
ese mismo instante, asi que me dispuse a interrogarlo. Segun lo que
me conto, no era posible saber quien enviaba las cartas debido a la
peculiaridad del sistema postal de la Comarca. "Como no existen
los matasellos y no se realiza control alguno, es imposible saber
desde donde llegan las cartas que lo hacen aqui, a Tejonera."
¡Maldicion! Estaba en un callejon sin salida. Los violines tocaron
una musica como de preocupacion. Le pregunte al señor Pedregal
si conocia a alguien que se llamase Anonimo, pero como me temia, su
respuesta fue negativa. Me despedi de el, no sin que previamente me
apremiase a resolver el caso cuanto antes, pues aseguraba que
le era muy fatigoso subir la saca del correo tan cargada hasta la
colina donde vivia la señorita Barbecho.
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Revise
mi cuaderno de apuntes tacticos. Evidentemente, el autor de esta fechoria
debia de ser alguien conocido o cercano a la señorita Barbecho.
Lo cual me llevo a seguir otra pista. La papeleria de Tejonera "El
Papiro Feliz" estaba regentada por Gundebardo Tintero. Le pregunte
si en su establecimiento se vendia papel de barba. Un poco malhumorado
me contesto que "claro, no querra usted que lo vendan en la herreria."
Como no deseaba enfrascarme en un esteril debate sobre la libertad
de mercado, obvie su comentario y le pedi una lista de las personas
que habian comprado papel de barba en el ultimo mes. Refunfuñando,
se paso un rato escribiendola y me la entrego. Como veia que el señor
Tintero estaba un poco molesto, aproveche la ocasion y compre un nuevo
cuaderno para mis apuntes tacticos. Sali de la tienda y comprobe la
lista, donde figuraban mas de cincuenta nombres. Tal y como me temia.
No habia ningun Anonimo. Muchos Pradoverde y Pisafuerte, pero ningun
Anonimo. Empece a sospechar. ¿Y si Anonimo era un nombre falso?
Tal vez deberia tener en cuenta esa posibilidad. Todos los caminos
se me estaban cerrando. Solo cabia una salida.
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Anochecia
cuando llegue a los barrios bajos de Cavada Grande, acompañado
por una musica de violines bastante lugubre esta vez. Estaba desesperado.
Solo alguno de mis contactos podria ayudarme. En seguida encontre
a Hendrik el nazgul. Le pregunte que sabia acerca de un tal Anonimo
y del envio masivo de cartas empleando el servicio postal de la Comarca.
Me dijo que, aparte de ser un prolifico escritor de libros, casi todos
bastante antiguos, no conocia a ningun Anonimo. Sabia que me mentia,
asi que tuve que apretarle un poco las clavijas. Le amenace con contarle
a los oficiales de la Comarca su relacion con el creciente mercado
de la inmigracion ilegal de nazgules. Entonces confeso que habia oido
hablar de un tal Mister X, que se dedicaba a enviar montones de cartas
a gente que no le caia bien. Obviamente, enseguida me di cuenta que
"Mister X" no era un nombre real, por lo que, o bien mi
informante estaba bromeando, o lo habia presionado demasiado. Lo deje
marchar. Habia fracasado. Si ni siquiera el nazgul conocia el origen
de las misivas, nadie podria jamas averiguarlo. ¿Que le explicaria
ahora a la señorita Barbecho?
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Cuando
llegue a "La trucha con Limon", la señorita Barbecho
ya estaba esperandome. Pedimos nuestra cena, ella unas codornices
con ajo y yo pollo con maiz, y me pregunto como iban mis investigaciones.
"Ya las he terminado", balbucee. Se le encendio la cara,
y me dijo "Esta bien, amigo, no se como lo has averiguado, pero
es cierto, yo misma me enviaba las cartas." Iba a contestarle
enseguida, pero los violines me interrumpieron con una especie de
fanfarria, asi que espere a que terminasen y luego le pregunte : "¿Como
has podido hacer algo asi?". Me respondio que "estaba aburrida
y queria algo de accion. En Tejonera nunca pasa nada, asi que decidi
animar un poco la fiesta." "No", le conteste, "me
referia a lo de ponerle ajo a las codornices. ¡Que mal gusto!"
"No te hagas el listo conmigo", se burlo, "estoy apuntandote
con una vara de avellano por debajo de la mesa. Es una lastima, los
dos juntos podriamos haber llegado lejos." "Si, una verdadera
lastima", corrobore. "Tal vez aun estemos a tiempo",
inquirio. "Lo siento, muñeca", le respondi con sarcasmo,
"no acostumbro a tener relaciones amorosas con criminales, aunque
contigo habria hecho una excepcion de no ser por el ajo y las codornices."
Aproveche su estupor por mi rechazo hacia ella para, con mi conocida
maestria, tirarle un vaso de 1420 a la cara y arrebatarle la vara
de avellano. "Todo ha terminado, prenda" le dije con suficiencia.
En seguida entraron dos oficiales. "Llevaosla, muchachos."
"¡Te acordaras de esta, Marlo, te acordaras de esta",
gritaba mientras los dos oficiales se la llevaban. La cerveza todavia
chorreaba por su cara y su pelo, y le daba a su preciosa melena un
toque galadrielico.
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Aquella
noche mientras iba paseando de vuelta a casa, estuve pensando en la
señorita Barbecho. A veces resulta increible hasta para nosotros,
los averiguadores privados, lo compleja que es la mente hobbit, sobre
todo si esa mente esta enfundada en un cuerpo tan complejo como el
de la señorita Barbecho. A pesar de la epoca del año,
habia comenzado a llover, asi que cale mi sombrero, cerre mi gabardina
y me fui a mi casa a tomarme un zumo de nueces.
Texto
donado por el Señor Pi, funcionario.