Rudesino Salmuera

Rudesindo era un hobbit bastante normal, con sus pies peludos y su hierba para pipa en el bolsillo, hasta que un día fue a robar fruta a la huerta del viejo Gundebardo Torniquete y se cayó de un manzano golpeándose la cabeza.

Todo el mundo se temía lo peor, pues Rudesindo no volvía en él. La familia y los amigos velaban su lecho de dolor esperando el fatal desenlace. Siete días después, como el desenlace se demoraba más de lo previsto, Rudesindo abrió los ojos, se irguió de la cama mirando a su primo Gardenio, que en aquel momento velaba su inconsciencia (la de Rudesindo, no la de Gardenio) mientras se tomaba un gran trozo de tarta de queso (Gardenio, no Rudesindo), y le dijo: 'He visto la luz'.

Una vez recuperado (es un decir) del golpe, Rudesindo nunca volvió a ser el mismo. Para empezar, quemó sus ropas, lo que provocó la ira de su madre pues les prendió fuego en medio del pasillo de casa, para a continuación agarrar unas cortinas verdes y confeccionarse una túnica que sería su única vestimenta a partir de entonces, con lo que acabó de alegrarle el día a la pobre. Luego dijo: 'Me voy a meditar'. Y se subió a la copa de un roble. Allí estaba, como embobado, con los ojos cerrados, sin probar bocado y murmurando de vez en cuando un extraño 'mmmmmmmm'. Algunos vecinos acudían a verlo, extrañados, y, pensando que el tal 'mmmmmmmm' venía a cuento de que Rudesindo tenía hambre, le gritaban: '¡Baja ya! ¡Mira que delicioso pastel de moras te he traído!'. Pero él parecía no darse por aludido. Todo el mundo creía que se había vuelto loco y la gente ya empezaban a hacer planes para hacerlo bajar a pedradas cuando, al vigesimoséptimo día de haberse subido al roble, Rudesindo se dignó a descender. Como coincidió que era media tarde y el sol caía a plomo, había media docena de hobbits tomando el fresco a la sombra del árbol, hobbits que se molestaron bastante al ver aquella figura vestida de verde que les había interrumpido la siesta. Rudesindo levantó los brazos hacia el cielo y dijo: 'Hermanos, he estado meditando. El hobbit es un hobbit para el hobbit. Debemos cambiar. Debemos ser Simpáticos con nuestro prójimo. Seguidme.' Los seis hobbits se rascaron la cabeza, encogieron los hombros y, como tampoco tenían nada importante que haer se fueron tras él. Y así nació el 'Simpatiquismo'.

Como Rudesindo quería dar a conocer su mensaje a todos los hobbits, se puso en camino para recorrer la Comarca acompañado de quienes se vinieron en llamar 'Los Seis de Debajo del Roble', a los que se unió Gardenio cuando se enteró de que se iban a ver mundo. Todos se vistieron con cortinas verdes a juego, excepto Gardenio que, como cuando decidió acompañarlos ya se habían agotado todas las cortinas de ese color, tuvo que conformarse con unas de color fucsia.

Cuando llegaban a una aldea, Rudesindo solía subirse a lo alto de una piedra y empezaba a hablarle a los lugareños, mientras sus compañeros se iban en tropel a la taberna del lugar a ponerse morados después de tanta caminata. Rudesindo le hablaba a la gente acerca del Simpatiquismo, de la fuerza interior que todos poseemos y que debemos poner de manifiesto siendo más amables con los demás. Los lugareños siempre se acercaban curiosos a ver quién gritaba tanto, pero al ver que no se vendía nada enseguida volvían a lo suyo. Sólo unos pocos se quedaban para que Rudesindo intentase mostrarles esa fuerza interior que llevaban dentro, pero al final siempre resultaba que unicamente eran gases.

Ante tan poco éxito, Salmuera y los suyos decidieron volver a casa, él con las ropas medio andrajosas, y ellos con unos cuantos quilos de más. Sin embargo, el recuerdo de Rudesindo todavía permanece hoy en día a lo largo y a lo ancho de toda la Comarca: cuando alguien hace algo extraño, raro o curioso, suele decirse aquello de '¡Mira qué Simpático!'.

Cátedra de Hobbitsofía

 
UAN, IX Edad